domingo, 13 de enero de 2013

Un viejo indio enseñaba a un joven, le decía que todos llevamos dos lobos en nuestro interior,
y cada quién es según gane una de las dos fieras:

Uno es Amor, Deseo, Permiso para Ser Uno Mismo, Ser Autentico, Ser Uno mismo.
 El otro es miedo, necesidad de aprobacion , temor al fracaso, no intentar...

Luego el joven preguntó:

-¿Y si mis dos lobos interiores pelearan, cuál ganaría?

El viejo contestó:

-Ganara el que vos alimentes.....

Depende de animarnos a " Ser nosotros Mismos" , a tenernos Compasión, Amor incondiconal para con Nosotros.

Probalo, ya que si hacemos siempre lo mismo los resultados no cambiaran....
Y quien te prohibe experimentar... ? Seguramente te encuentres con gratas sorpresas por ser Fiel a vos Mismo!!!

Marcela F. Holzstein
Counselor en Psicologia Humanistica

Talleres de Desarrollo Personal Vivenciales

Darnos cuenta de nuestras necesidades y aprender a satisfacerlas de forma fluida y responsable. Mejorar nuestra capacidad de relacionarnos con los otros y con nosotros mismos.

Para ello utilizaremos:



* Tecnicas Gestalticas,

* Recursos Psicodramaticos,

* Visualizaciones,

* Tecnicas Meditativas,

* Tecnicas de Relajacion,

* Arteterapia

Centrandonos siempre en el Experienciar; con la Incorporacion del Trabajo Corporal y las Artes en forma Expresiva que implica ingresar en Territorios Internos para descubrir Sentimientos y Expresarlos a traves de lo Visual, movimientos, sonido; escritura; improvisacion,etc.

La Creatividad tiene cualidades Curativas y lo Creativo es Curativo como Proceso.


EL TALLER ES UNA OPORTUNIDAD: Donde explorar nuestra vivencia en relacion con Nosotros Mismos y con los demas mediante Tecnicas y juegos que nos permitan un mayor Autoconocimie

Coordinan: Marcela F. Holzstein ( Counselor en Psicologia Humanistica)

Abordaje Gestaltico
Quienes deseamos acompañar procesos de indagación personal, es decir, quienes estamos dispuestos a mancharnos en el dolor y la oscuridad, con la esperanza de encontrar el sentido profundo de la vida, precisamos salir del “Surco Patriarcal Convencional”. Despojarnos de “normalidad”. Renunciar a la dulce sensación de ser queridos. Desprendernos de las teorías, por más seductoras que parezcan. Salir del Surco es estar dispuestos a quedarnos solos, sin necesidad de aceptaciones externas que avalen nuestras tareas.
Personalmente, a veces observo cómo el “inconsciente colectivo alternativo” quiere atraparme aferrándose a mis supuestas teorías. Pero resulta que no me interesan para nada. No lucho por la crianza con apego, ni defiendo la lactancia a ultranza, ni soy la defensora acérrima del co-lecho (por repetir algunas frases que han sido publicadas en medios de comunicación).
Nada de eso. Lo único que me importa es el abordaje de cada individuo con sus dificultades a cuestas, la laboriosa investigación para detectar su discurso engañado y la propuesta poco atractiva de revisar todo esa “fantasía” hasta llegar a la verdad íntima de esa persona. Para que luego el individuo haga lo que quiera con ese nuevo punto de vista sobre sí mismo. Eso es todo. Para ello, tenemos que estar lo más lejos posible del “Surco”. ¿No quiere ir a la escuela? ¿Y qué pasa si no va a la escuela? ¿Cómo? ¿Cómo no va a ir? ¿Pero dónde va a dormir mi marido? ¿Y la relación de pareja? ¿Y si no toma leche, qué le doy? ¿Y el calcio? ¿Y si se malacostumbra? ¿Pero cómo no lo voy a vacunar? ¿Y si le pasa algo, qué hago con mi culpa? ¿Pero cómo no va a ir a visitar a sus abuelos? ¿No le doy antibióticos? ¿Cómo voy a abandonar a mi madre? ¿Cómo puede ser que alguien quiera enfermarse? ¿Pero será tan así? ¿No es exageración? ¿Y si cuando sea grande me recrimina? ¿Irme sola?
Cualquier propuesta “diferente”, nos ayuda a salir del surco anquilosado en el que vivimos. Justamente, al profesional que acompaña procesos de indagación personal, también le toca cuestionarse todo para tener la valentía de cuestionarle todo al consultante. No dar nada por sentado. No aconsejar. No decidir qué es correcto y qué no. No opinar. No tener juicios de valor. No desear la cura de nadie. No suponer que lo que tiene para decir al consultante es una genialidad. No pretender que el consultante haga cambios. No anteponer sus propias creencias. No sostener ninguna ideología. No ejercer poder sobre el otro. No asumir ningún supuesto saber. No retener al consultante creyendo que lo mejor es continuar con el tratamiento. No convertirse en un referente ni en un aliado. No permitir la admiración del consultante. No estar seguro de nada.
El terapeuta -a mi criterio- es alguien que invita a ingresar en las cavernas oscuras del alma, que está dispuesto a ir más allá y correr riesgos. Es alguien que se involucra al punto de terminar herido, si fuera necesario.
Laura Gutman.


Mantener una imagen duele. Este pensamiento me vino a la mente mientras hojeaba revistas en la sala de espera del dentista. En ellas había fotos de celebridades muy sonrientes, aunque los títulos aludían a la caótica vida de algunas de ellas. ¿Por qué sufren si, aparentemente, han cumplido su sueño y lo tienen todo para estar felices?
Deduje que, en general, es porque luchan por sostener una imagen, porque intentar ser lo que uno no es causa dolor, y eso puede ocurrirnos a todos. Aparentar lo que no somos duele. Es como querer usar zapatos que nos quedan chicos y nos aprietan los dedos; hay que soportar la molestia y hacer esfuerzos constantes, lo cual nos produce cansancio y dolor.
No soy una estrella como las de las revistas, pero confieso que muchas veces he caído en la tentación de querer ser lo que no soy. He fingido ser “otro” para lidiar más fácilmente con el mundo, pero sabía que eso era insostenible y que tarde o temprano empezaría a molestarme, a causarme dolor. Por eso, ese día hice un recuento de las lecciones que he aprendido y aquí lo comparto con ustedes:
*       Cuando tratamos de complacer a toda costa las expectativas de otros, sufrimos. Las exigencias sociales no siempre coinciden con nuestros deseos y, a veces, la sola idea de desafiarlas nos provoca miedo. Muchas personas se quedan calladas cuando les pregunto qué alimentos preferían en su niñez. Guardan silencio porque jamás pensaron realmente en lo que querían; se limitaban a comer lo que había en casa. Es cierto que hay situaciones en las que no podemos elegir, pero no son la mayoría. La vida a veces nos ofrece muy pocas opciones, pero casi siempre nos permite escoger otra manera de vivir.
*       Cuando defendemos una opinión sin hacer concesiones, nos enojamos. He visto a personas defender una idea apasionadamente, y a otras que se ponen violentas y hasta llegan a caer enfermas con tal de defender una opinión. La diferencia es que las primeras expresaban sus creencias con fervor, y las segundas atacaban a quienes tenían ideas distintas. ¡Y esa es una gran diferencia! Cuando defendemos una opinión con tanta vehemencia, tendemos a ver como enemigos a quienes la cuestionan. El enojo es una señal de alarma de que nos estamos aferrando a una idea que tal vez sea equivocada y valga la pena cambiar.
*       Cuando nos sentimos obligados a hacer algo, nos pesa. No siempre podemos elegir nuestras acciones. A veces tenemos que hacer cosas que no nos gustan; las sentimos como un lastre y nos agobian todo el día. Para quitarnos ese peso, podemos escribir aquello que nos desagrada hacer, pero en vez de utilizar la palabra “debo”, usemos “elijo” o “quiero”. Tras leerlo varias veces, la molestia irá disminuyendo hasta desaparecer.
*       Cuando solo queremos complacer a los demás, nos cansamos. Nos da mucho miedo reflejar quienes somos porque, en el fondo, tememos el rechazo. No nos atrevemos a decir “no” aunque nuestro corazón nos lo dicte. Es verdad que atender las necesidades de los demás nos da grandes satisfacciones, pero no sin antes ocuparnos de las nuestras.
El cansancio y el dolor nos indican que estamos dejando de ser quienes somos, que peleamos con nuestro ser y con nuestros actos; o sea, que estamos destruyendo nuestra autenticidad, al igual que los famosos que aparecen en las revista.